Lo primero que hay que saber es que podemos transformar cualquier lugar
en el que trabajemos. Desde el primer día que ingresamos ya es diferente, hemos
agregado otro componente a la ecuación y de nosotros depende el resultado.
Los famosos “climas de trabajo” son tan variados y cambiantes como todo
clima, y los territorios laborales presentan ambientes similares a los de toda
geografía.
Hay continentes desérticos con arenas inclementes, otros cálidos y apacibles,
algunos con tierras pantanosas y otros con brisas refrescantes que se alternan
con furibundos tornados.
Por eso hay que reconocer el “clima laboral” de cada espacio y tener un
lugar donde guarecerse en caso de tempestad y también hay que saber disfrutar
cuando el sol aparece.
Frente al tedio que nos asalta ante toda actividad rutinaria hay que
echar mano a recursos propios que modifiquen la situación tornándola más placentera.
La imaginación es la que hace la diferencia.
Al incorporarse a un nuevo ámbito laboral hágalo con humildad, no es
bueno entrar con aires de superioridad por más que cuente usted con cuantiosos
galardones y amplia experiencia. Hay que arribar a nuevas tierras en son de
paz, si representar un peligro inminente para ninguno de los lugareños. Con el
tiempo irá descubriendo las características de los diferentes individuos de su
entorno más cercano.
Por supuesto, el primer personaje a desentrañar es EL JEFE. Si tiene
buen o mal humor, si es ciclotímico o estable, de qué cosas se ríe, si es básico
y superficial, materialista, generoso, mentiroso o agrandado. Las posibles características
son muy numerosas y con datos provistos por los otros empleados y nuestra
propia persepción iremos armando el rompecabezas de esa entidad superior que
regirá, en gran parte, nuestros destinos dentro de la empresa.
Pero me gustaría insistir, antes de culminar este primer capítulo, con
este detalle fundamental que señalé anteriormente. No ingrese atropelladamente,
poniendo todo el menú sobre la mesa ya que usted es una novedad, un sujeto a
descifrar por sus compañeros y, claro está por su jefe, y puede suceder que
involuntariamente encienda alarmas que pueden evitarse.
Recuerde que para el mediocre el otro siempre es una amenaza.
Cualquiera sea el ámbito en el que se incorpore, vaya de a poco y con
voluntad de aprender. Proteja su primera impresión de cualquier traspié y
paulatinamente verá como lo irán incorporando a su espacio con toda
naturalidad.